El gobierno de Narendra Modi, presidente de India, lleva años apostando por transformar a la nación en el “taller del mundo” tecnológico y no lo suelta a pesar del lanzamiento de gravámenes americanos. Bajo el programa ‘Make in India’, se liberaron incentivos fiscales multimillonarios, subsidios a fabricantes de componentes electrónicos y programas de atracción de inversión extranjera directa, particularmente en sectores como ensamblaje de dispositivos, producción de cargadores y transformadores, incluso semiconductores.
Bajo la iniciativa Production Linked Incentive, el país asiático generó 1,200 millones de dólares en incentivos, sólo en el último año, pero desde 2014 reforzó estos programas.
Apple y Foxconn, por ejemplo, aumentaron su presencia en el país, lo mismo que Samsung y Dell, alentados por la idea de diversificar la producción que tenían en China. De hecho, en los últimos cinco años, las exportaciones de electrónicos indios pasaron de 7,200 millones de dólares en 2018 a más de 23,000 millones en 2023, según cifras de la Global Trade Research Initiative.
El gran objetivo es alcanzar 80,000 millones en exportaciones tecnológicas hacia 2030, una meta que parecía viable mientras Estados Unidos mostraba interés en diversificar su dependencia de Asia hacia un socio “democrático” como India. Sin embargo, con el arancel de 50% a dispositivos electrónicos no esenciales (excepto smartphones), esa narrativa se tambalea.
“Se golpea un eslabón clave de la cadena industrial india que genera miles de empleos y mantiene en funcionamiento su ecosistema de manufactura”, precisó a AP, Ajay Srivastava, ex funcionario comercial del país asiático.
Aunque el monto directo, unos 4 millones de dólares en riesgo inmediato, puede sonar modesto frente al tamaño de la economía india, el efecto es más simbólico que contable. De acuerdo con Srivastava la relación comercial con India no está blindada frente a tensiones proteccionistas, a pesar de la cooperación en seguridad y defensa.




